Los abogados y el pensamiento crítico

Los abogados y el pensamiento crítico

Los abogados y el pensamiento crítico

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Miguel Carbonell <strong><a href="https://miguelcarbonell.me/wp-admin/post.php?post=5586&action=edit#_ftn1">*</a></strong>
Miguel Carbonell *

Abogado – Profesor – Escritor – Especialista en Derecho Constitucional

El derecho es un ámbito del conocimiento humano que requiere grandes dotes de pensamiento analítico y crítico, dado su carácter marcadamente estratégico. Por eso es que muchos de nosotros desconfiamos de una enseñanza del derecho que se base excesivamente en la memorización de conceptos y/o de normas.  

Enseñar a pensar con base en el método analítico es un propósito o un objetivo que puede significar muchas cosas e implicar un abanico amplio de posibilidades. Quizá lo más importante para los estudiantes de derecho puede sintetizarse en las siguientes habilidades, tal como lo ha indicado el Profesor Derek Bo:  

  • a) Pensar críticamente;  
  • b) Hacer las preguntas pertinentes;  
  • c) Reconocer y definir apropiadamente los problemas;  
  • d) Identificar todos los argumentos relevantes que se refieran a un caso concreto; 
  • e) Buscar y saber utilizar la información (los datos) pertinente para resolver un caso; y 
  • f) Emitir opiniones bien sustentadas sobre las cuestiones que se les planteen.    
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Ahora bien, si nos fijamos con detenimiento, veremos que las cuestiones que se acaban de enunciar sirven no solamente para ser buen estudiante y buen abogado, sino para la vida en general. Se trata de capacidades que nos van a servir, si las desarrollamos adecuadamente, en ámbitos de nuestra existencia distintos al meramente profesional. 

Veamos algunos aspectos de los seis puntos anteriores. 

La capacidad de pensamiento crítico implica que no aceptemos las cosas como nos vienen dadas ni pensemos que lo que existe en el presente es lo único o lo mejor posible. Pensar críticamente es tener la capacidad de identificar aspectos de la realidad que pueden ser mejorados y además supone también el proponer vías de mejora de esa misma realidad. En materia jurídica esto es muy importante, ya que en algunas escuelas y facultades de derecho se fomenta una actitud “acrítica” frente a los ordenamientos jurídicos vigentes.  

Ciertos profesores les dicen a sus alumnos que deben acercarse a la comprensión de las normas jurídicas como si fueran dogmas incuestionables, diseñados para que se apliquen sin ser cuestionados. Este es un grave error por muchas y variadas razones. Apuntó la más evidente: si las normas se aceptan como dogmas, sin posibilidad alguna de ser cuestionadas en cuanto a su sentido de justicia o incluso en cuanto a su validez, lo que estaremos creando son juristas “robots”, meros aplicadores automáticos de la normatividad, dejando la definición de lo que es justo y debido en manos de los políticos. La historia de América Latina ofrece abundantes ejemplos de los peligros que se corren cuando asumimos esa actitud. 

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La capacidad de hacer las preguntas pertinentes es relevante ya que de esa manera podemos identificar el núcleo de un problema. Esto es imprescindible cuando el abogado toma un caso nuevo, conversa con el cliente y debe saber qué es lo que el cliente quiere y hasta dónde está dispuesto a llegar. Digamos que en este punto el trabajo de un abogado se parece al del médico que debe auscultar a su paciente para saber qué le duele o qué síntomas presenta. Para ello es indispensable saber hacer las preguntas pertinentes. La educación jurídica debe fomentar en los alumnos esa capacidad. 

En materia jurídica abundan los pseudo-problemas, es decir, los problemas que no son tales. Muchas veces los clientes se acercan con el abogado y le presentan una serie de hechos que según ellos tienen tal o cual relevancia jurídica, pero ese criterio puede o no ser preciso y pertinente. El abogado debe tener la capacidad de identificar apropiadamente los problemas jurídicos, a fin de darles la dimensión adecuada y poder diseñar una estrategia para resolverlos.  

Pasa con frecuencia que los clientes quieren convertir un problema que meramente civil en uno penal; el abogado debe ser claro al identificar el núcleo del problema y en acotar las posibles soluciones; no debe prestarse a los intereses de su cliente, deformando la interpretación de la ley a fin de que se obtenga un beneficio indebido. Así como hay pseudo-problemas, también hay pseudo-soluciones, o sea soluciones falsas de las cuales los buenos abogados deben estar precavidos. 

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Una capacidad importante para el ejercicio de la profesión jurídica tiene que ver con la identificación de los argumentos relevantes para resolver un caso. Esto depende en buena medida de que se hayan observados los tres aspectos mencionados en los puntos anteriores: capacidad de pensamiento crítico, determinación de las preguntas relevantes y definición correcta del problema. Una vez que hemos hecho todo eso, podemos dar el siguiente paso y desarrollar los argumentos que nos van a permitir resolver adecuadamente al problema que se nos está presentando. Esto también, como sucede con el caso de los puntos anteriores, debe ser enseñado a los alumnos en las escuelas y facultades de derecho. 

Hay personas que piensan que el trabajo de los abogados consiste solamente en manejar (bien, regular o mal, según sea el caso) normas jurídicas. Sin embargo, la realidad es que los abogados deben trabajar cotidianamente con hechos. No solamente los hechos alrededor de un caso (un homicidio, el alquiler de un inmueble, una herencia, la clausura de un establecimiento mercantil, etcétera), sino también los hechos que provienen del mundo que nos rodea, los cuales pueden ser hechos políticos, económicos o culturales entre otros.  

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Un aspecto importante dentro de la educación jurídica tiene que ver con que los alumnos sepan hacer análisis cuantitativos, basados en datos duros: es decir, que sepan manejar encuestas, estadísticas y otros materiales empíricos relevantes. Eso les va a permitir una comprensión de la realidad mucho más profunda y rigurosa, lo cual a su vez se va a traducir en una mejor aplicación de las normas jurídicas y en un desempeño profesional de mayor calidad. 

Finalmente, el abogado debe tener la capacidad de emitir opiniones bien fundamentadas sobre los problemas que se someten a su consideración. Es indispensable que el profesional del derecho tenga puntos de vista propios sobre los casos que debe atender, ya sea como litigante, juez, defensor público, fiscal, notario, etcétera. El criterio jurídico forma parte esencial del quehacer de la abogacía, ya que el derecho no es una simple conversación o una plática entre amigos, sino que tiene por objeto incidir en la realidad, para lo cual el abogado debe fijar con claridad y con pleno fundamento su criterio. 


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